Las medicinas de la antigüedad.
Orígenes de la medicina
Desde su aparición sobre la Tierra, hace aproximadamente quinientos mil años, los seres humanos han tenido que enfrentarse al dolor, las enfermedades y la muerte con los más diversos recursos. Hierbas, raíces, alimentos, preparados, infusiones y métodos terapéuticos nacidos de la experiencia constituían la rudimentaria pero efectiva lista de remedios de la medicina antigua con la que los hombres combatían las habituales perturbaciones orgánicas que los asolaban.Historia de la medicina:
Hay tablillas de barro desenterradas en Babilonia y papiros extraídos de tumbas egipcias que reflejan los métodos terapéuticos usados hace 4.000 años para curar los cuerpos y las almas de los enfermos, muchos de los cuales algunos con ligeras variantes tienen, hoy, la misma vigencia que entonces.Así, por ejemplo, los antiguos sacerdotes de Babilonia hicieron un registro de los métodos que utilizaban para evitar los nocivos efectos de las picaduras de insectos y mordeduras de serpientes venenosas, a base de ungüentos.
También reseñaron los síntomas de diferentes enfermedades, el remedio para sanarlas, el procedimiento para la fabricación del medicamento y la forma de suministrarlo, como si se tratara de los prospectos farmacológicos que acompañan a la medicina en la actualidad.
Las medicinas podían ser untadas sobre las heridas, ingeridas con los alimentos y hasta dosificadas en forma de píldoras.
Otros “adelantos” conocidos y desarrollados por los médicos babilónicos eran los tampones y supositorios, la preparación de cataplasmas, los baños de vapor y los vomitivos para las intoxicaciones, todos recursos empleados incluso en nuestros días.
Medicina egipcia:
Otra técnica empleada para el tratamiento de las quebraduras consistía en inmovilizar la zona lastimada, para después aplicar un vendaje rígido hecho a base de ingredientes como harina y miel, que tras secarse adquiría la forma de una cubierta dura. Sin duda alguna, fueron el antecedente de los yesos que hoy se utilizan.
Medicina griega:
En los antiguos papiros egipcios se puede leer un informe acerca de un preparado de savia de acacia, fibras vegetales y miel que se colocaba en la vagina y tenía efectos espermicidas.
Como es fácil suponer, el recetario farmacológico predominante en aquellos tiempos se basaba en hierbas y raíces que se administraban de las formas diversas: como infusiones, mezclas, jarabes, píldoras, electuarios (papillas), ungüentos, emplastos, polvo vulnerario para llevar, vapores, lavativas para uso exterior o enemas e inclusive como sustancias para fumar.
Medicina romana:
El agua, pensaban, poseía excelentes propiedades curativas, de modo tal que cada ciudadano romano tenía derecho –a cambio de una módica suma de dinero- a acceder a los baños públicos. El tratamiento comenzaba con una inmersión en agua tibia, luego se pasaba al caldarium, donde se transpiraba con el calor de las aguas termales y, finalmente, había que someterse al baño helado en las piletas colectivas, con capacidad de hasta 1.500 personas.
Esta ceremonia higiénica se usaba tanto en la curación como en la prevención de todo tipo de malestares. Los romanos, además, conocían los beneficios de las aguas termales con un alto contenido de azufre y los baños marinos, importantes por su alto contenido de yodo.
Así también, la anestesia que se emplea en la actualidad tiene sus antepasados.
A fines del siglo diez después de Cristo ya se empleaban esponjas somníferas en el monasterio de Montecasino. La receta estaba conformada por media onza de semillas de opio, ocho onzas de extracto de hojas de mandrágora y tres onzas de extracto de hoja de cicuta, que se disolvían en una buena cantidad de agua. Luego se sumergía una esponja en ese líquido, se secaba y se la hacía aspirar al enfermo para adormecerlo.
El oftalmólogo musulmán Jesús Haly, por su parte, tranquilizaba a sus pacientes con jarabe de amapola antes de una operación de cataratas.
Como se puede apreciar, el hombre siempre se las ingenió para curarse mediante el empleo de lo que la misma naturaleza le ofrecía y su ingenio le sugería.
Así pudo crear paso a paso una ciencia que cada vez cobró mayor relevancia: la Medicina.
Sin embargo, es fácil darse cuenta que los remedios que hoy se utilizan tienen su antepasado.
Por ejemplo, la aspirina tiene su origen en el tallo de los sauces y lo que hoy llamamos hidroterapia es lo mismo que hacían los romanos en sus baños públicos.
Si fue posible para el hombre perpetuar su vida hasta nuestros días con el auxilio de aquellos sencillos métodos curativos, será cuestión de volver a tenerlos en cuenta y aprender a curar nuestras dolencias con los aportes de las plantas y las terapias más antiguas y también reconocidas. Todo pasa por volver a las raíces.
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